Sombras Tenebrosas, la esperada nueva película de Tim Burton, es un descalabro de gran calibre que juega con muy pocas bazas para no sucumbir en la cartelera actual, llena de mongolidades monstruosas –Battleship, Los juegos del hambre-, blockbusters anticipados y llenos de gloria –Los Vengadores-, secuelas buenas –Rec3-, secuelas no tan buenas-American Pie: el reencuentro– y también películas estupendas –Take Shelter, Alps-, pero claro, se trata del director de Big Fish y Alicia en el país de las Maravillas, así que el público la espera con ganas y seguro que todos están dispuestos a aplaudir las cucamonas de Johnny Depp y compañía.
Pues debéis saber que las cucamonas y los chistes de Sombras Tenebrosas parecen sacados de una producción de José Frade, que al tratarse de la adaptación de un culebrón sobrenatural todo el elenco ha seguido las directrices de un tipo tan listo como Burton y sobreactuan -sin gracia- tanto como en aquel horrible folletín rosa, El Ilusionista, que es por desgracia, la película a la que más se aproxima lo nuevo de Tim Burton, por el tono indeciso, por las intenciones nada claras y por tratar de hacer de su impotencia una virtud comodín. Pero a mí no me la cuelas, amigo.
Los actores están todos mal y aportan cero a la trama, mucho más confusa de lo que debería puesto que es de una simpleza que abruma, y entran y salen y fuman y/o beben según la habitación en la que se encuentren, para después no volver a aparecer hasta que le convenga al director. Un momento clave de este aspecto es la escena en la que despachan a uno de los personajes, una escena que podría haber tenido gracia porque dentro del contexto culebrero tiene todo el sentido -y la gracia- del mundo, pero en una aburrida película que no sabe que tiene entre manos algo supuestamente divertido parece otra demostración de la carencia de recursos que presenta el film.
Las gracietas de Barnabás no tienen chispa ni se las cree nadie, probablemente el propio Depp tampoco, y el guión de Seth Grahame-Smith también tiene parte importante de la culpa. De hecho tiene tanta culpa que ahora tengo miedo a lo que estas dos lumbreras le hayan dejado hacer a Timur Bermambetov con el guión de Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros, que hace unos meses era poco menos que una apuesta segura a candidato a blockbuster del año.
Y las chicas, ay las chicas. Michelle Pfeiffer se pasa media peli de pie en una escalera y la otra media sentada en una silla, la pequeña Chloë Grace Moretz empieza a explotar su sexualidad -o sensualidad, no sé, TIENE QUINCE AÑOS- en un papel donde todo vale y termina aburriendo y cayendo mal, Helena Bonham Carter ya no se parece a Marla porque se parece más a Pipi la de Gran Hermano, Eva Green no es Jim Carrey y se pasa de ridícula en sus desfases y atención, Alice Cooper hace el ridículo formando parte de esta broma idiota en una de las escenas más sonrojantes, dignas de una secuela de la saga Casper directa a televisión.
Que sirva el cartel que coloco debajo de este texto para destacar lo único verdaderamente hermoso de esta aburrida película tan olvidable.