Besos.
Archive for the ‘Sin categoría’ Category
MUDANZA
17 septiembre, 2015Lo monstruoso
21 mayo, 2014Hay una escena de Godzilla (Godzilla, Gareth Edwards, 2014) que ejemplifica de manera asombrosa el verdadero miedo del hombre del siglo XXI, y no es ningún hongo provocado por una explosión ni tampoco sus consecuencias. Si mañana algún pirado decidiera acabar con la humanidad, probablemente nadie se enteraría. O al menos, no se enteraría desde el punto de vista de quien observa una gran explosión desde la lejanía con sus prismáticos. Si alguien decide poner punto final a la humanidad, es probable que decida soltar algún tipo de virus hijo de puta que nos reviente por dentro y de uno en uno. Rápido, limpio y silencioso. Si en cambio, el terrorista decide que sólo está interesado en aterrorizar a la gente y que lo vea todo dios, puede optar por el popular método de «avión y torre», infalible mecanismo de horror para el pueblo. Pues la escena a la que me refiero, ya en el tercer acto de la película, es un primer plano de «la chica» (entrecomillado porque, por desgracia, no existe tal personaje) con lágrimas en la cara observando impotente la que se le viene encima. Mientras la cámara se centra en su cara, un leve gesto de su mirada corrige el plano y observamos, ella y nosotros, como un avión se estrella contra un rascacielos para, acto seguido, volver a corregir el plano y volver a centrarse en la expresión de la joven. Ah, también hay que recordar los desastres naturales, otra de nuestras mayores preocupaciones actuales (ver la recaudación de Lo Imposible), llámese tsunami o incidente nuclear. Pero eso son efecto de otro tipo de ataque.
Pues esa es la actitud que impone el joven director británico a su película de monstruos, razón de más para aplaudir su valentía. Pequeños gestos y delicadeza. Dice Edwards que sus referentes son Lucas, Spielberg y Tarantino, y si algo hay en Godzilla es mucho de dos de las mayores obras del barbudo que no tiene papada de los tres, y no sólo el apellido Brody de una familia marcada por el ataque de una criatura monstruosa. El director decide que no habrá criatura hasta el tercer acto, optando por sugerir antes que enseñar o, en otro gran alarde de maestría, mostrar las imágenes desde un televisor, casi siempre en el hogar de alguien más preocupado de un pariente que de lo que está pasando en realidad. Más miedo real y más miedo actual.
Puede que me equivoque, pero si hay que presentar en sociedad (y la mayor parte de la sociedad no lo conocía o no había visto ni una de sus películas japonesas) a una criatura como Godzilla, no se me ocurre una mejor manera de hacerlo.
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18 septiembre, 2013Desde entonces, cada disco de los KOL ha sido mejor que el anterior, algo impensable en el panorama actual, pero absolutamente imposible en la escena alternativa a la que pertenecen. Con aquel segundo juguete llegaron los crucifijos de Swarovski, se fueron las melenas, los garitos con los Strokes y la colonia. La llegada de la colonia fue algo muy importante en la vida de estos gañanes.
Porque, vale, tienen himnos de estadio y llenan estadios, pero todos sabemos que a la gran mayoría no les dice nada.Y eso fue lo que las malas lenguas se empeñaron en resaltar del cuarto y del quinto: unos mojabragas llenaestadios. Lo que me pregunto es por qué no vienen nunca a ningún sitio como cabeza de cartel o a llenar el Calderón.
Mechanical Bull viene precedido del mejor single que han sacado en años, y la sorpresa del disco reside en su ambiente festivo y ligero, lleno de ecos ochenteros, buen rollo y, cómo no, dos o tres medios tiempos trotones tan del gusto de la familia.
Disco que se engrandece, no solo con las escuchas, también progresivamente, con temas y matices, voces y coros, a medida que avanza.
Parece que contra todo (mi) pronóstico, estamos ante los chicos con las cosas más claras de su generación (con la excepción de Arctic Monkeys, más respetados por crítica y público), no olvidemos la castaña infumable que Franz Ferdinand ha tardado cuatro años en crear.
Nuestra salvación particular está (otra vez) en el disco de los Followill y en sus inesperados retrohimnos (Rock City), juguetones estribillos (Temple), la épica del sur (Beatiful War, Comeback Story) y, en algunos casos, la perfección absoluta (Supersoaker)
Ambiciones
31 enero, 2013Mi relación con Biffy Clyro empezó más bien tarde, con el single Saturday Superhouse de Puzzle, un disco que marcó el punto de no retorno respecto a su trilogía inicial, formada por Blackened Sky, The vertigo of bliss e Infinity Land.
La situación personal de Simon Neil pasaba por momentos difíciles debido al fallecimiento de su madre, con quien mantenía una relación cercana, y la banda se centró más en la oscuridad y la sobreproducción lujosa, dejando de lado, aunque no del todo, el toque experimental que tanto les gusta.
Después llegaría Only Revolutions, su disco más vendido hasta la fecha y probablemente el más comercial. Puede que debido a ello, el combo haya decidido embarcarse en la aventura del disco doble.
Opposites tiene truco. La discográfica ha obligado al trío a publicar, a la vez que su disco doble, una edición «sencilla» con catorce temas. Escuchando esa edición, y sin tratarse ni mucho menos de un trabajo conceptual, algo se pierde por el camino. Los temas elegidos para el disco sencillo se dejan fuera alguno de los mayores aciertos de la banda, como Accident without emergency, el mejor tema de la banda para este año 2013.
La mayor virtud de la banda reside en su virtuosismo a la hora de retorcer los compases, los tiempos y los ritmos de sus composiciones, y aquí hay para regalar: las gaitas de Stingin’ Belle, los sintetizadores de Different People o los toques ambientales temáticos de cada disco, junto a las trompetas de Spanish Radio y los equilibrios locos de Trumpet or trap, no desentonan de esa sección rítmica tan especial, formada por los gemelos Johnston, mente colmena del ritmo y el verdadero arma de destrucción masiva de Biffy Clyro.
Mi recomendación es que degustes el disco doble, que lo escuches con calma, con paciencia, un par de veces. Sus ochenta minutos de stoner de stadio (chiste) son frescos y resistentes al tiempo. Notable alto, alto.
Ascender y caer. Muy fuerte. Todo el rato
2 agosto, 2012HBO, tres letras que están más de moda que nunca y que han cautivado a las audiencias de todo el mundo. Series como Los Soprano, Treme, The Wire o True Blood, que no me interesan en absoluto, pero hogar de los Conchords, Ali G, Eastbound and down o Entourage, que sí consiguen satisfacerme, probablemente por no tener aspiraciones de agradar a todos los públicos y, sobre todo, por no alcanzar ni la media hora de duración.
Durante las últimas semanas he repasado la serie de Doug Ellin, una de las pocas que no podrán igualarse con el paso de los años y que supone una radiografía salvaje de Hollywood visto desde dentro. Y por cosas como Entourage o Ted -hay más- amamos a Mark Wahlberg, productor de la serie que, en mayor o menor medida, traslada a la pequeña pantalla su día a día, sus amigos, sus fiestas y sus problemas.
Vincent Chase, estrella en ciernes, se traslada de Queens a Los Angeles con sus amigos Eric y Tortuga y su hermano mayor Johnny Drama, para no perder la perspectiva de la realidad cuando le asalte la fama mundial. Que le asaltará. Para eso cuenta con Ari Gold, probablemente el mejor personaje de la serie, interpretado -es un decir, porque sospechamos que no le hace falta-, por el genial Jeremy Piven, que se llevó un Globo de oro y tres premios Emmy por el personaje durante las ocho temporadas que duró la serie.
Una de los mayores atractivos, que duda cabe, reside en los constantes cameos de superestrellas de la meca del cine interpretándose a sí mismos o dando vida a personajes ficticios que se parecen mucho a otros tantos reales. Personajes que se entran y sales de la vida de Vinnie, un joven atractivo y vividor, derrochador en generosidad y que logra algo muy difícil: que nosotros, simples mortales infelices, nos identifiquemos con él y compartamos sus altibajos en un mundo de depredadores.
A lo largo de ocho temporadas cada vez más breves, -la final season solo consta de ocho episodios-, le observaremos crecer en el mundo hollywoodense, protagonizar éxitos y fracasos, adentrarse en el mundo de la producción, las fiestas y las drogas, sobre todo en las primeras cuatro temporadas, donde los chicos no pueden pasar sin la marihuana.
Otro de los aciertos de la serie es el acertado elenco de secundarios fijos, como la esposa de Ari y Lloyd, su asistente desquiciado y maltratado pero que calará hondo tanto en nuestros corazones como en el de ese tiburón del cine que es Ari. Y Billy Walsh, uno de los personajes más fascinantes y empáticos, tanto en sus horas buenas como en las malas, y que durante los 27 episodios en los que aparece jugará una parte importante de la vida de los chicos.
No pienso destripar ninguna sorpresa y ninguna película ficticia protagonizada por Vinnie, solo espero que, de haber alguien que no haya visto la serie o no la conozca se anime con ella, porque es una de las pocas series con garra, fuerza y glamour real que han pasado por nuestros televisores y, como dije antes, no será fácil que volvamos a ver algo de este tipo sin estar escrita, realizada o interpretada por gente estirada con otro tipo de target y aspiraciones.
Una lástima llegar al final, ojalá esos rumores de película -se dice que en enero se empezaría el rodaje- se concreten y podamos permitirnos el lujo de ver una película real de Vinnie Chase en una pantalla de cine.
Adiós, amigos.
El último boy scout
15 junio, 2012¿Recuerdas cuando de niño fumabas en pipa y navegabas por los lagos con tu pequeña canoa? ¿Y aquella vez que te fugaste de la casa de tus padres adoptivos para huir con la chica de tus sueños y descubrir el amor? ¿No lo recuerdas? Bueno, pues Wes Anderson puede refrescarte la memoria con Moonrise Kingdom, una nueva muestra del talento y el genio que atesora.
Si con Fantástico Sr. Fox tocamos el cielo y sospechábamos que sería complicado volver a dormir por encima de las nubes, sobre todo si tenemos en cuenta que Noah Baumbach volvía a prestar su silla a Roman Coppola, el hombre que escribió junto a Anderson (y Jason Schwartzman) la película que menos me gusta de su filmografía, Moonrise Kingdom no solo despeja las dudas, también las volatiliza.
A mitad de los años sesenta, cuando los tocadiscos iban a pilas y los gatitos en cestas de mimbre, dos niños con problemas de comportamiento, pero muy maduros para su edad, huyen de sus respectivos (y medio derruidos) hogares para escapar rumbo a la libertad y al descubrimiento del amor. Pero ellos no contaban con las molestas operaciones de búsqueda por parte de los boy scouts abandonados por el chico (y capitaneados por Edward Norton, también rescatado a su manera) y por parte de la policía de la isla en una operación coordinada junto a los padres de la chica.
No hay un solo tic reconocible de Anderson que haya quedado fuera de la película, pero al contrario que otros directores (no puedo evitar pensar en Guy Ritchie), Anderson no los emplea para pasarse de listo y se guarda sus pequeños trucos para potenciar aún más unas imágenes inolvidables ya de por sí: travellings horizontales, verticales, insertos locos, cámaras lentas, música de épocas lejanas, narradores… y por encima de todo, un reparto de campanillas encabezado por dos niños que entran a formar parte del universo del director por la puerta grande con su inocente descubrimiento del amor y el despertar de la sensualidad.
Habrá quienes reaccionen ante la película como el personaje de Bill Murray ante la tienda de campaña de los chicos, pero Anderson sigue pisando fuerte y con paso de gigante para distanciarse todavía más del resto de directores «independientes» de Hollywood. Ojalá sea por muchos años y que nosotros lo veamos.
Mi crítica para cines.com aquí
Mejor solo que mal acompañado
25 abril, 2012Uno se da cuenta de lo rápido que pasa el tiempo cuando haciendo números descubre que hace casi diez años del último disco memorable de una banda como White Stripes. Elephant, la obra cumbre del dúo de Detroit, sonaba como una lavadora centrifugando clavos con dinamita y funcionaba al cien por cien tanto en la inmediatez como en el virtuosismo, de manera que hacía imposible quedarse con un single aislado o un pasaje determinado. Ese disco fue el principio del final para los Stripes porque sabían que jamás podrían ni siquiera aproximarse a la perfección de ese trabajo, aunque tras el marrón que supuso Get Behind Me Satan aplaudiéramos la crudeza -y las trompetas loquísimas- de Icky Thump.
Y después llegaron los directos, los documentales, una supuesta cinta erótica con Meg White y los proyectos paralelos de Jack White, terrenos que prefiero no volver a pisar porque ni The Raconteurs ni The Dead Weather me parecen bandas que vaya a recordar en el futuro cercano.
Así nos enfrentamos a Blunderbuss, el debut en solitario de Jack White sin saber muy bien qué identidad nos vamos a encontrar, pero con la sospecha de que será una mezcla perfecta del que ha atravesado todos esos terrenos citados anteriormente. Y, en efecto, los dos primeros cortes del disco podrían tener su sitio en cualquiera de los discos de White Stripes, sobre todo la extrema Sixteen Saltines, un ejemplo perfecto de la maestría de White para lograr los máximos resultados con uno de sus habituales riffs de guitarra y un par de huevos. Blunderbruss no pierde el tiempo a la hora de conseguir atmósferas y así lo demuestra una muy rica sección rítmica, con baterías juguetonas y adornadas como en Freedom at 21 y pianos electrónicos que potencian el aire garage pero también muy 50’s rock del álbum. Es cierto que en el ecuador el disco se echa una siesta parecida a las que suele pegarse Ryan Adams, y que cuando se despierta todo vuelve a ser bailable y agitable – I’m Shakin– y que su fiebre de clasicismo vuelve para quedarse de nuevo en el tramo final, pero no estropea el buen sabor de boca que va dejando Jack White en sus canciones, cada una presentada y ejecutada como una aventura completamente diferente de la anterior y que termina más negra que nunca en los últimos dos minutos de gloria del tema que cierra un trabajo casi perfecto.
Unos chavales ordinarios
25 marzo, 2012El pasado día 20 se publicaba No Gods, el debut de Sharks, una banda británica de pop con espíritu punk que pujará por ser la revelación del año.
No Gods es un trabajo fascinante, que recuerda lo que podría haber logrado The Gaslight Anthem de no tomarse tan en serio. Aquí hay pop puro, sin adornos que no puedan proporcionar cuatro veinteañeros amantes del punk británico clásico. Si bien su debut no recuerda tanto a The Clash -por ejemplo- como sí lo hacía su recopilatorio de singles The Joys of Living 2008-2010, el esperado hype queda justificado en la cara A del disco, donde se presentan con una autopista de hits que abarca desde el inicial ‘Til The Wonders Rise hasta Matthew’s Baby. Insisto, en esa primera oleada todo son temazos, todo es de un gusto exquisito y lo único que sorprende un poco puede ser la suavidad con la que entran esas canciones durante su primera escucha.
La cara B no supone un bajón, aunque debemos reconocer que los temas pasan de lo memorable a lo correcto, pero siempre manteniendo el buen gusto, algo muy de agradecer. Donde realmente se muestran valientes estos chicos es a la hora de elegir el repertorio, al no reutilizar ninguno de sus antiguos singles, algo que podría sorprender a los fans que esperaban un The Joys of Living o un Sweet Harness grabado en América, donde han tenido que irse para poder hacer el disco que ellos querían. De ahí que recuerden tanto a los recientes teloneros de Foo Fighters, aunque su alegría nos evoca al debut de The Ordinary Boys, algo que, curiosamente, era mucho más británico.
Prueba Arcane Effigies o Able Moving Hearts y ya no te los quitarás de encima en todo el mes. Prometido.