Justo dos años después del gélido Angles, The Strokes, a la chita callando, graban Comedown Machine y lo regalan a una semana de su lanzamiento mundial.
Lo mejor que se puede decir de su nuevo disco es que no es peor que el anterior, noticia suficientemente buena en estos malos tiempos para las bandas de los dosmiles. Con Franz Ferdinand en el limbo, Arctic Monkeys haciendo música de viejos aburridos y The Killers dando una brasa mormona de tres pares de cojones, el conjunto liderado por Julian Casablancas era la última esperanza. Y hace dos años casi se esfuman.
Comedown Machine devuelve el pulso a la banda (o sea, que están vivos), y lo más agradecido del disco es el sonido, otra vez grabado como si en lugar de micrófonos utilizasen vasos de yogur, pero sin el raca-raca ratonero de sus dos obras maestras iniciales.
Tap Out suena como Machu Picchu 2 mezclado con la melodía del Conga, conga de Gloria Estefan, así que los Strokes de hoy están instalados en un casposo disco pub durante la transición española y no parece que vayan a moverse.
All the time y One way trigger, los dos avances previos al lanzamiento, son dos caras de la misma moneda: el montoneo de antaño y la esquizofrenia retro en la que se han quedado a vivir. Sigo pensando que el famoso (y repudiado) single del falsete es una gozada.
Para demostrar que pueden seguir haciéndonos moderadamente felices se cascan un puente juguetón marca de la casa en Welcome to Japan, uno de los temas más significativos del disco. Ese universo discotequero y artificial es su nuevo hogar y se sienten cómodos en ese terreno.
Como toda noche de juerga tiene su bajona, 80’s Comedown Machine es su asimilación. Es uno de los temas que mejor encajan con la filosofía musical de los trabajos de Albert Hammond Jr en solitario y una balada bien bonita que justifica, por su esencia, ser el tema más largo del disco.
El único tema que me molesta del Comedown Machine es 50/50, curiosamente el tema con el que pretenden demostrar que todavía pueden enrabietarse y que termina siendo tan cansino y molesto como el Brick by brick de los Arctic Monkeys. Me creo más a los Strokes de Slow Animals, tema que hace justicia al título pero que tiene un estribillo eficaz y competetetetente.
Partners in Crime es un ejercicio de estilo de la banda de manual: aceleración, melodía y voz juguetona recuerdan, aunque menos que más, claro, a los tiempos de Last Night.
El tramo final del disco se queda casi sin fuerzas, con ese Chances que suena a película de Sofia Coppola y donde Casablancas intenta llegar a ese superfalsete que nunca llega, es un tema(zo) tranquilito donde pasan la prueba de sus nuevas intenciones: me convencen a la primera. Suena a vieja horterada con clase. Y me gusta.
Happy Ending no hace justicia al título, es otro tema de puro relleno sin demasiada gracia ni chispa, un genérico de los nuevos Strokes que lo mismo está aquí como podría haber rellenado Angles.
Y Call It Fate Call It Karma, sin llegar a ser tan bonica como I’ll try anything once, es música de ascensor de esas que clavan como nadie.
Comedown Machine no va a cambiarnos la vida, pero se deja querer. Por lo menos a la segunda escucha. Y es el segundo disco seguido de los Strokes que aparece por mi cumpleaños.
