¡Hay una piraña en mi polla!

Es probable que el mayor acierto a la hora de explotar el rotundo éxito del escualo de Spielberg fuera la Piraña de 1978, producida por Roger Corman, escrita por John Sayles y dirigida por Joe Dante, créditos suficientemente reconocibles como para no darse cuenta de la estupenda aventura que se traía entre manos semejante ejército de la serie b.

La película del director de Gremins es un justificado título de culto que gana con los visionados y se vuelve más divertido con el tiempo, ofreciendo soluciones de guión y personajes descacharrantes haciéndose pasar por algo serio. Y  nadie hacía éso mejor que Corman y sus chicos.

Tras muchos años y muchos subproductos (barracudas, anacondas, cocodrilos, tiburones, pulpos y todas las mezclas posibles entre dichas especies) Alexandre Aja, la antepenúltima esperanza blanca del género, (luego llegaría Eli Roth y ahora tenemos a Ti West), se lanzó a por un digno remake a lo grande: desnudo, de cabeza y en tres dimensiones. Y la cosa funcionó. No debe ser fácil estrenar una película gore, llena de desnudos de tías de grandes tetas y penes devorados en flamante 3D y que la crítica, más o menos, alabe el valor del esfuerzo del «todo por la diversión» de Aja. Incluso Eli Roth se apuntó a la fiesta para poder morir como el gilipollas que siempre gusta de ser en producciones de este estilo, como ya hiciera en El vengador Tóxico 4, Terror Firmer o 2001 Maníacos.

Pero algo no terminaba de carburar en Piranha 3D. Puede que parte de la culpa recayera en la tardía distribución española, pero no vamos a echar toda la culpa a ese lamentable asunto (que por cierto, no tiene pinta de mejorar y ahí están esperando Cabin in the woods, The Innkeepers o Kill List, por citar alguna) y carguemos un poco sobre el responsable de la cinta.

En el año 2003 Alexandre Aja se presentó ante nosotros con una polémica vuelta de tuerca al slasher (nadie había visto entonces ni probablemente haya visto todavía Furia, su primera película, sobre un relato de Julio Cortázar) que fue amada y odiada a partes iguales y todavía hoy sigue teniendo mucha tela que cortar: Alta Tensión, claro.

Después llegarían los remakes, unos más afortunados que otros: Las colinas tienen ojos fue un brutal ejercicio de violencia demócrata que superaba al original y a su segunda parte; Reflejos nos dejaba un mal sabor de boca con un poltergeist descafeinado y que agotaba la fórmula koreana y Piraña 3D nos gustó PERO no tanto como deseábamos: Aja se pierde en presentar los problemas familiares de todos los protagonistas y desperdicia tres cuartos de metraje dejando los últimos veinte minutos para el festival de gore y sangre que ansiábamos y en el que Gregory Nicotero y Howard Berger tienen barra libre de sangriento delirio. Y esa era la sensación agridulce que te quedaba al finalizar la peli: ¿Ya está? ¿Veinte minutos de matanza sobre ochenta y ninguna necesidad de tener tantos diálogos?

John Gulager había salido del Project Greenlight 3 con una película debajo del brazo. Se trataba de una pequeña historia de terror y ciencia ficción en la que un grupo de desconocidos se quedaba atrapado en un bar de carretera de mala muerte en medio de ninguna parte mientras una familia de monstruosas criaturas trataba de entrar para comérselos o follar sus caras: Feast. Como es lógico, la película se convirtió en un merecido título de culto hasta pasar a ser una de nuestras sagas favoritas: sus dos secuelas directas a dvd eran  dos benditos disparates que se iban superando entre ellas y a las que el estar rodadas para comercializar directamente a vídeo no las privó de prácticamente ninguna burrada.

Piranha 3DD puede parecer a simple vista un exploited más, uno de esos subproductos que parecen producidos por The Asylum y que se aprovechan del éxito de una película de mayor presupuesto para engañar a espectadores poco avispados. Sería injusto despachar la secuela de Gulager de ese modo puesto que se trata de todo lo contrario. El director recupera el desparpajo y la cara dura de la escuela Corman (y un poco de la Troma) y en poco más de una hora no pierde el tiempo en construir personajes ni líneas de diálogo que traten de explicar la situación. A pesar de tener un presupuesto casi idéntico al de la película de Aja, los contactos de Gulager con sus colegas no deben ser tan importantes (el único aspecto en el que la película de Gulager pierde por goleada es en los cameos)  y la cinta parece la hermana fea de la primera parte , pero podéis creerme: la gente no deja de morir durante sus setenta y pocos minutos, se da un paso de gigante en la amputación genital masculina, Gulager vuelve a hacernos reír con sus cámaras lentas y músicas trágicas y el chiste final es mejor que el de la primera parte.

Hace veinte años habría sido tu cinta favorita del videoclub.

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